miércoles, 27 de febrero de 2013

LA MEJOR PRESEA DOCENTE


María del Carmen Azpe Pico.

La maestra ha envejecido tanto, tanto,
que se siente cansada y deprimida,
aunque en una vehemencia sobrehumana
aún quiere sentirse útil en su vida.

Va caminando y repasando en su memoria
todos los azares del destino
y siente que escribió toda su historia
con sólo las espinas del camino.

Cuántos años lleva ya siempre tratando
de cumplir con esa misión de la que hizo
su razón de vivir, no escatimando
para lograrlo cualquier grande sacrificio;

Nunca deseó de riquezas los alardes,
ni persiguió canonjías de posición,
y si trató de los alumnos a los padres
jamás buscó por interés su relación.

A su humilde trabajo constreñida
aunque casi sin fuerza, ha de seguir,
bien porque el trabajo es su vida
o porque debe trabajar para vivir.

Claro que es humana, y muchas veces
ha pensado con amarga decepción
que aunque al trabajo consagrarse con creces
nada tuvo, y al fin, nada quedó.

Sin embargo, de pronto ha reparado
que en camino que en ese rato ha recorrido
muchas personas con amor la han saludado
y a pesar de su edad la han conocido.

Y en ese "¡Adiós Maestra!" ha adivinado
una expresión de cariño y gratitud,
porque en ella está el recuerdo vivo y claro
de una hermosa niñez y juventud.

Incluso, algunos su paso detuvieron
y estrechando su mano con calor
a través de su saludo transmitieron
un mensaje sincerísimo de amor.

Y es que no olvidan que lo que hoy han realizado
en el taller del aula se forjó,
y fue el cincel aquella voz de su maestra
que el mármol de su vida modeló.

Y la Anciana Maestra, satisfecha,
bendice a Dios que en su piedad e demostró
que en sus graneros rebosa la cosecha
de los frutos que en su celo cultivó.

Y sonríe, convencida que ha logrado
la ambición que desea todo mortal:
la de nunca morir, que su vida
al recordarla cada alumno es Inmortal.